El ingrediente de hoy no es más que la sangre, que ahora para la gente joven puede ser algo desconocido, y que seguro no han comido e incluso se lo pensarám mucho si lo comen, pero las morcillas están hechas con sangre y seguro que así sí que la han comido. Antes era un plato muy normal, sobre todo después de las matanzas. Se vende en las casquerías de los mercados y en los hipermercados. Es muy tierna, puede ser de cerdo, pollo o cordero, tiene muchas vitaminas y un alto contenido en hierro, así que sólo os digo que la probéis, porque es un plato tradicional antiguo y merece la pena.
Ingredientes:
300 g de sangre
2 cebollas
1 o 2 guindillas (al gusto de picante)
3 dientes de ajo
Aceite de Oliva virgen extra y sal
Comenzamos pelando los ajos y cortándolos en láminas finas. En una sartén ponemos aceite hasta que cubra la base. Echamos el ajo y las guindillas y dejamos que se doren ligeramente.
A contiuación pelamos la cebolla y la cortamos en cuatro cuartos y cada uno de ellos en juliana. Añadimos la cebolla y dejamos que se haga lentamente.
Cuando lleve la cebolla unos cinco minutos añadimos la sangre, que habremos cortado en dados, ni muy grandes ni muy pequeños, al gusto del que lo hace. Sazonamos un poco y rehogamos todo junto hasta que se haga la sangre. Dependerá del tamaño, por supuesto, pero en cuanto la veamos doradita por fuera, que serán unos diez o quince minutos, ya estará hecha. Probar de sal y si hace falta se pone un poco más dejando un par de minutos más para que la sal se reparta bien.
Servir inmediatamente, que esté bien caliente y recién preparada, es como está más rica.