Comenzamos la semana con un consejo, que siempre va a servirnos de ayuda. Personalmente me gustan más las tablas de cocina de madera, pero ahora las que predominan son de plástico o de polietileno, dicen que son más higiénicas, pero mi opinión es que sí para la hostelería, pero para una casa normal no es necesario, además la limpieza se hace de una forma similar, y no tiene porqué haber riesgos.  Por otro lado se dice que los cuchillos se desafilan menos con las tablas de madera, no se si será verdad, pero lo que si es conveniente es utilizar diferentes tablas para cada uso, es decir, una para el pescado, otra para las carnes, otra para las veduras, así como para el embutido y las frutas. Para no tener tantas, se pueden utilizar cada lado para una de estos usos. En fin, dejando este tema y volviendo al que nos ocupa, esta forma de limpiar las tablas, sobre todo las blancas que enseguida se enducian, es la más cómoda y que mejor resultado da.

Para ello necesitamos lejía y unas servilletas de papel, o bien de un rollo de papel de cocina. También unos guantes de fregar para que no nos queden las manos con ese olor tan horrible a lejía.

Véis como esta la tabla, por ambos lados. Sucia.

Colocaremos una servilleta encima de la tabla, que cubra toda la superficie. Echamos un chorro de lejía encima.

La extendemos bien por todas partes con la mano, eso sí, con los guantes puestos.

Dejamos actuar una horas, todo dependerá de lo sucia que esté, y, pasado este tiempo retiramos el papel. Vemos que blanca ha quedado.

Por cierto, este truco se puede hacer para la limpieza en otros lugares en los que sea difícil de quitar alguna suciedad o mancha. Al estar empapado el papel, éste quedará adherido a la superficie, de forma que la lejía acturá mucho más eficazmente.