Según la leyenda “¡Quien toma kéfir vive mucho tiempo!”. Sus descubridores asiáticos alcanzan una longevidad bíblica. Que los bebedores de kéfir lleguen realmente a los cien años es algo que yo no puedo probar, pero una cosa es segura: el kéfir aumenta las defensas naturales del cuerpo, desintoxica el organismo y en cualquier caso es sano. El nombre de esta bebida, kéfir, proviene de la palabra turca “keif”, que significa “bienestar” o “sentirse bien”. Es ideal para llevar una vida sana, o en este caso, una cocina sana. Ver reportaje sobre el kéfir.

Ingredientes para 2:

1 tazón de kéfir hecho con leche entera

250 g de fresas

3 o 4 cucharadas de leche condensada

Colamos el kéfir.

Añadimos la leche condensada y mezclamos bien, según los gustos se pondrá más o menos leche condensada, reservamos.

 Lavamos las fresas sin quitarles el rabito (pedículo y hojas), una vez estén limpias se les quita, la razón no es otra que al hacerlo de esta forma no absorben agua y por tanto mantienen todo su sabor, por eso siempre hay que lavarlas así. Se trocean casi todas, hay que dejar 4 o 5 para hacer el batido, así como una para la decoración, la más bonita y roja de todas. Se colocan la que se han troceado en una copa.

Añadimos casi todo el kéfir, dejamos como un vasito pequeño para hacer el batido.

Ponemos el resto de las fresas que se han dejado para el batido en el vaso batidor, así como el kéfir que hemos reservado para esto. Batimos hasta que quede perfectamente líquido y sin restos de fruta.

Lo echamos sobre la mezcla de kéfir y fresas.

La fresa que habíamos reservado la cortamos solo por su parte externa, colocamos sobre la superficie y metemos a la nevera hasta la hora de servir. Si se va a presentar como postre en una comida, se pueden hacer con antelación y dejarlos en la nevera sin problemas, dejé uno para el día siguiente y quedó como si lo acabara de hacer.