Los consejos en la cocina siempre son buenos, algunos los conocemos o hacemos algo parecido, pero otros no los conocemos y nos resultan de utilidad saberlos. En esta ocasión es hacer cubitos con la carne de pimiento choricero. No sé si a vosotros os pasa que no se utiliza un producto tan a menudo y al final termina por caducar o estropearse. Éste es uno de esos casos, y aunque se utiliza para muchos guisos, a veces ocurre que no lo utilizamos en unos pocos días y se termina por estropear, así de esta forma lo tenemos para cuando sea necesario sin que esto ocurra, y por mucho más tiempo del que pondría la caducidad el envase. Este consejo es válido para otros productos similares.
Y para ello no se necesita más que una huevera de huevos de codorniz, se puede utilizar cubiteras de hielo, o de los bombones, pero al final dan color y sabor al plástico y de esta forma una vez se hayan agotado se tira el envase y es mucho más cómodo. Eso sí, la huevera hay que lavarla bien antes de ser usada.
Vamos rellenando cada uno de los huecos con la pasta de pimiento choricero. Esta pasta es el resultado de sacar la carne a los pimientos secos, que previamente se han puesto en agua caliente para poder hacerlo con más facilidad, es muy cómodo y el resultado es muy bueno. La carne de pimiento choricero se utiliza en muchos platos, como son los guisos, arroces, cremas, sopas, purés, salsas, ….. da a los platos color y sabor.
Al tener tapa es ideal, pero si se hiciese en una cubitera hay que tapar muy bien con film transparente.
Cerramos y metemos al congelador. Al ser un envase pequeño cabe en cualquier parte del congelador.
Estos cubitos salen fácilmente cuando necesitemos la carne de pimiento choricero para la receta que se vaya a realizar.
La cantidad de producto que cabe en cada hueco es como una cucharada pequeña.
Utilizamos la cantidad necesaria para el guiso, uno, dos, … cubitos.
Y los echamos directamente, no es necesario descongelar antes, a no ser que la receta lo necesite.
MERCEDES: Gracias por las recetas. ¿Qué tal estás? Hace cinco años que voy al Virgim, me gustaría verte un día en Alcalá Magna y tomamos cinco minutos un café. Nunca se me ha ocurrido efectuar estos «cubitos» que buena idea. Un beso.